jueves, 29 de noviembre de 2007

Quince días con los hombre de Marte


Miércoles 16/07/1900

Los marcianos: Seres que no se comunican verbalmente, que no duermen, que no comen, que no se visten… calramente, seres muy distintos a nosotros.

En mi desesperada huida del alcance de los marcianos, como todos los demás ciudadanos, me refugié en una casa, para entonces abandonada, de Halliford. Esa misma noche cayó justo encima de la casa vecina el quinto cilindro. Eso ocurrió hace quince días, y hasta hoy me he encontrado atrapado entre la cocina y la despensa de ésta primera casa. Durante ésta exasperada situación, he tenido la oportunidad, si más no, de aprender mucho sobre estos seres tan distintos a nosotros. He presenciado cosas que hubiese preferido conocer leyendo este diario.

Del quinto cilindro salió un extraordinario mecanismo reluciente cuyo objetivo era trabajar en la excavación. Su estructura recordaba a la de una araña. Estaba dotado de cinco patas articuladas, de gran agilidad, y de un importante número de palancas, barras y tentáculos, que efectuaban movimientos rápidos y complejos, sorprendentemente bien coordinados. Además de éste, también había un pequeño mecanismo excavador que era dirigido por los marcianos. Su maquinaria presenta, a su vez, un complicado sistema de partes deslizantes que se mueven sobre pequeños cojinetes de fricción perfectamente curvados. Las palancas largas son movidas, generalmente, por una especie de musculatura formada por discos dentro de una funda elástica, éstos quedan polarizados de manera que se atraen con una gran fuerza al ser tocados por una corriente eléctrica.

Los marcianos tienen enormes cuerpos redondos, que quizá hasta podría considerárseles como grandes cabezas, de un metro veinte de diámetro, dotados de unos grandes ojos oscuros, una boca carnosa que recuerda a un pico, y, en la parte posterior de la cabeza, lo que podríamos considerar la nuca, tienen una especie de superficie tirante que podría deducirse como el tímpano. Alrededor de la boca encontramos 16 finos tentáculos, que están dispuestos en montones de ocho, y podrían considerarse como sus manos; Ya que se necesitan de ellos para llevar a cabo cualquier activiadad. Parecían hacer un esfuerzo para levantarse sobre sus manos, pero, obviamente, con su peso aumentado, debido a la mayor gravedad de la Tierra, esto les resultaba imposible. Probablemente, en Marte se ayuden de sus “manos” para trasladarse.

También me sorprendió descubrir que no dormían nunca. Quizá esto sea debido a que no tienen un gran sistema de musculatura, de manera que no necesitan descansar para recuperarse de las fatigas. Cuando hacían cualquier trabajo en grupo, por complicado que éste pareciese a mis ojos incapaces de comprender, lo hacían sin cambiar un solo sonido. Deduzco que lo hacían sin necesidad de medios físicos, quizá telepáticamente. Es más, sus característicos gritos ululantes generalmente precedían al momento en que se alimentaban, de manera que podía deducirse que este sonido era el resultado de la expiración de aire preparatorio para poder alimentarse. Un día descubrí de donde sacaban el alimento. Oí voces humanas cerca de los marcianos, mejor dicho, gritos desesperados. Vi como los extraterrestres sacaban un hombre de su caja-cesta-de-pescador y de repente no se oían más gritos. Los extraterrestres venidos de Marte tampoco llevan ningún tipo de ropa, y parecían ser menos sensibles que los humanos a las fluctuaciones de temperatura y de presión.

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