jueves, 29 de noviembre de 2007

Los militares y los marcianos se organizan

Domingo 29/06/1900

Las tropas del país unen su fuerzas para combatir el peligro que representan los extraterrestres mientras que ellos reunen todas sus pertenencias en un mismo pozo.

Las autoridades navales y militares, conocedoras del terrible poder que poseen los nuevos inquilinos de la Tierra, que parecen recibir refuerzos cada veinticuatro horas, están trabajando con la máxima eficacia posible para poder hacer frente a éste peligro, quizá el mayor peligro con el que se haya topado jamás la humanidad. Para ello, a cada minuto se instalan nuevos cañones, que se distribuyen por todas partes: detrás de setos, casas, lomas… Hacía el lado de Londres, alrededor de Richmond y Kinston, se están clavando trincheras y formando terraplenes que sirvan de parapeto a los cañones y a las tropas. En Byfleet hay seis cañones, de doce libras cada uno, situados a igual distancia uno de otro, apuntando hacia Woking.

Ayer, en Chertsey, detuvo el tránsito de trenes ordinarios para dar paso a las tropas y a los cañones. La organización de las tropas no se veía, ni se ve hoy, reflejada en la población. En Byfleet reinaba el mayor desorden, como lo hacía en Chertsey, donde, horas más tarde de que pasarán las tropas, salieron unos pocos trenes especiales donde se originaron verdaderas batallas; la gente hacía lo imposible para conseguir subirse a ellos. Mientras tanto, las patrullas de granaderos vestidos de blanco intentaban tranquilizar a la multitud y les advertían que abandonaran el pueblo o se refugiaran en sus sótanos tan pronto como comenzarán los disparos.

En esos momentos, en Shepperton Lock, donde se unen el Wey y el Támesis, se concentraban ayer una caótica multitud de fugitivos cuya huida aún no se había convertido en pánico. De repente, la multitud que se hallaba a orillas del agua quedo paralizada de terror al ver a cinco trípodes aparecer de la nada. Los monstruos extraterrestres no prestaron demasiada atención al temor de la población y se dirigieron a las baterías que les estaban atacando. El capuchón se dirigía hacia ellas y, mientras avanzaba, ponían en funcionamiento lo que parecía ser el rayo calórico. Uno de los cinco fue derribado al estallarle en su capuchón una granada. Con este suceso, los cuatro se volvieron hacia su compañero caído y acabaron cargándolo entre todos y llevándoselo. Mientras tanto, el desorden reinaba entre la población. Se oía un gran cúmulo de ruidos: el metálico de los marcianos, el estruendo producido por las casas al desmoronarse, el golpe de los árboles al caer en tierra, el crujir de las llamas…

Los gigantescos extraterrestres se pasaron la tarde yendo y viniendo de un lado para otro trasladando sus posesiones de los pozos creados por el segundo y el tercer cilindro al caer en la tierra, que se encontraban en Addlestone y en Pyrford, para llevarlos al primer pozo en Horsell, donde un centinela no dejaba de vigilar.

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